martes, 22 de noviembre de 2016

Variaciones sobre lobos



Se sabe que “meterse en la boca del lobo” supone arriesgarse a participar de una situación complicada o introducirse en un lugar oscuro y peligroso.

Todo parte de una fábula sobre un lobo que tenía un hueso atragantado y le pidió ayuda a una cigüeña, la que metió su cuello en la garganta del animal y le sacó dicho huesito. El tema es que la cigüeña quería una recompensa por su participación y el viejo lobo le dijo que bastante recompensa había sido salir viva luego de poner la cabeza entre sus dientes. (Una respuesta que tiene su gracia, después de todo). Lo que ocurre es que al lobo se le da  mala prensa: se come a Caperucita Roja (aunque hay otra versión más hot *),  derriba las casas de los cerditos (menos una, claro) y devora las ovejas del pastor mentiroso. De todas maneras, Rómulo y Remo agradecieron los servicios prestados por lo que puede decirse que siempre aparece algún atenuante que otro. (Obviamente, si uno solamente escucha la versión de Caperucita y los chanchitos, el lobo sale mal parado).

Quizás valga la pena -entonces- recurrir a otras imágenes como la propuesta por el genial Tex Avery por 1943, cuando plasmó al lobizón embelesado de “Red Hot Riding Hood” en uno de los mejores dibujos animados de todos  los tiempos. Aquí se puede disfrutar  otra mirada donde la abuelita termina persiguiendo al lobo y la chica de rojo es una sensual bailarina de cabaret. Muy recomendable para bajar de Youtube y disfrutar de una experiencia surrealista. ¿Para qué nos vamos a asustar con los licántropos de “Inframundo” si podemos reírnos con el dibujito? El caso es que también películas de mediados del Siglo XX como “I was a teenage werewolf” pueden generar humor involuntario, aunque “Plenilunio” del compatriota Ricardo Islas gane por lejos con un peluche albino tamaño baño. Producción bizarra por donde se mire.

O sea que la moneda tiene dos caras. Nos podemos quedar con la visión popular de “viejo lobo” (que es mejor que la de  “viejo verde”) o con la maldición de Benicio del Toro en “The Wolf Man”. Eso sí: no hay que dar crédito al leñador de los Hermanos Grimm, que saca a las víctimas de la panza del animalito para hacernos reflexionar con su moralina decimonónica.

(* Leer “Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas” de Bruno Bettelheim; Editorial Grijalbo).

 

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